Blogia
Hemeroteca de La Garceta (sin+)

El Gabinete

Me presenté en el aeropuerto con gran decisión y dos garrafas de cinco litros de Solán de Cabras pues me habían dicho que beber del grifo en la isla redonda no era muy recomendable. Tenía una misión: encontrar al Dr. Aceno, costase lo que costase. Si bien las órdenes de Beatxu había que entenderlas en un sentido metafórico y, en ningun caso, dinerario, pues las dietas para viajes que iba a cobrar eran del todo hipocalóricas.

Sin duda, desconociendo los inevitables gastos que comporta una investigación privada, la jefa me había enviado con lo puesto. No obstante, al poco de llegar a la capital, empezaron a producirse esos gastos a los que hacía mención.

Caminaba yo con la excitación propia del comienzo de una investigación y la inquietud de si podría encontrar al Dr. aún con vida. Fue entonces, cuando por azar aparecí en un inmueble de la calle Molino de Viento donde unas señoritas de acento brasileño y marcada tendencia a exponer sus carnes a los viandantes, aumentaron mi excitación por lo que me ví obligado a una onerosa transacción comercial que calmó temporalmente mi inquietud pero que, todo hay que decirlo, no aportó nada a la investigación que en esa mañana comenzaba.

¿Donde se escondería el Dr. Aceno? Me picaba la curiosidad y también, sin duda, unos ectoparásitos que amablemente me habían cedido aquellas señoritas, verdaderas conservacionistas de la especie, por cierto. Por ello decidí ir a la pensión, darme una ducha y ya más fresco continuar con la búsqueda.

La isla redonda ofrece constantes estímulos que sirven de distracción al objetivo principal para un investigador privado pero no fue difícil localizar a mi presa en un sórdido bar del muelle, por su aire cabizbajo, mirada metafísica y, sobre todo, por la bata blanca y el fonendo. Qué imagen más deplorable, allí sólo, apurando su vaso de té con hielo. Para mayor agravante, y es penoso tener que decirlo, encontré en su cartera un cd BSO de la película sonrisas y lágrimas.

Había estado el doctor vagando por allí y por allá, cargado, cada vez más del pesimismo que infunde la realidad a aquellos que tienen la suficiente sensibilidad para apreciarla. Lo último que había escrito era un musical titulado "si esto no es el comienzo del apocalipsis, se le parece mucho" que, claro está, no tuvo mucho éxito entre un público deseoso de evasión. Le abordé enérgicamente y le dije con reproche: ¡Basta ya de estar con los pies en el suelo y apegado al mundo real. Te hace falta un poco de inmadurez! ¿Vas a pasarte la vida pensando en el trabajo y en la familia? Eso fue sólo el comienzo. Seguí abroncándole y hasta me permití prohibirle cosas tales como pronunciar la palabra hipoteca.

No sé si fui muy duro con él pero creo que reaccionó y pocos días después desempolvó su viejo sofá de psicoanálisis. El zotal que me recetó como loción para mis partes pudendas también reaccionó y, aunque eliminó todos los parásitos de mi cuerpo (y de las tres habitaciones contíguas de la pensión), me provocó una alergia que me ha obligado a pasar unas semanas en la isla, para recuperarme. No sé si Beatxu estará muy dispuesta a pagarme las dietas.

Paseando un día por la ciudad vieja, le ví metido en un cibercafé. Parecía unos diez años más jóven. Me acerqué y ví que estaba trabajando en su sección:

CONSULTORIO DEL DOCTOR ACENO

0 comentarios