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Hemeroteca de La Garceta (sin+)

Mar adentro

Mar adentro, mar adentro,
y en la ingravidez del fondo
donde se cumplen los sueños
se juntan dos voluntades
para cumplir un deseo.
Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno,
y en una metamorfosis
mi cuerpo no es ya mi cuerpo;
es como penetrar al centro del universo:
El abrazo más pueril
y el más puro de los besos,
hasta vernos reducidos
en un único deseo: Tu mirada y mi mirada
como un eco repitiendo, sin palabras:
más adentro, más adentro,
hasta el más allá del todo
por la sangre y por los huesos.
Pero me despierto siempre
y siempre quiero estar muerto
para seguir con mi boca
enredada en tus cabellos.

Ramón Sampedro


Veintiocho años no es nada, es simplemente casi una vida entera. Ese es el tiempo que pasó Ramón postrado en una cama, sin ni siquiera manos. Y una pequeña distancia, de apenas unos centímetros, es mucho, es lo que falta, es la libertad.

"Mar adentro" es la última película que he ido a ver con estos ojitos. Todo el mundo me la ponía por las nubes, y desde luego Amenábar te lleva, no ya al cielo, sino a lo más profundo de cada uno.

El otro día en la radio ya la situaban entre una de las mejores películas del cine español de todos los tiempos y es innegable la buena factura en la realización, en la narración, en la interpretación que puedes disfrutar en la pantalla. Se perdonan los gazapos (como ver monitores TFT y móviles última generación fuera de tiempo) y alguna escena ya vista (el sobrino corriendo tras la furgoneta en el viaje final) porque no tienen importancia.

Disfrutas y sufres. Pero el sufrimiento de la historia, del final ya conocido, se torna imperceptiblemente esperanza, alegría, catarsis, liberación.
Amenábar, genial, y los actores, inmejorables, consiguen hacernos sentir identificados casi con cada personaje, con cada actitud, con cada punto de vista, pero sobre todo, con Ramón, con Javier Bardem, gallego sabio, que simplemente quiere ser libre, y te lleva volando hasta el mar, mientras escuchas el Turandot de Puccini.

Yo, y probablemente tú, podemos usar nuestras piernas, nuestras manos, nuestro cuerpo entero para ir donde queramos. Pero Ramón sólo tenía su cabeza y sus ojos para ir volando hasta la playa y encontrarse con ella, con ella... No sabemos lo que tenemos, no sabemos la libertad que tenemos. Porque, en el fondo, somos eso: libertad. La libertad es poder llegar hasta mar adentro. Y si no somos eso, quizá no somos nada.

Asteroide 83

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